¿Recuerdas cuando eras niño y te creías todo lo que decían los cuentos? Aquella fantasía de cómo sería tu vida... un increíble vestido violeta, el hombre de tu vida que te llevaba a hacer el amor al medio del monte... te acostabas por las noches, cerrabas los ojos y tenías una fe absoluta. Todas nuestras ilusiones estaban tan cerca que las podías sentir, pero poco a poco creces, un día, abres los ojos y el cuento de hadas desaparece, la mayoría de la gente acude a las cosas y a las personas en quien pueden confiar, lo que ocurre es que es difícil dejar del todo a un lado ese cuento de hadas, porque casi todo el mundo tiene todavía ese pequeño gramo de ilusión, de fe, de que algún día abrirán los ojos y todo se hará realidad.
Al final del día, la fe es algo curioso, se presenta cuando menos te lo esperabas, es como si un día te dieras cuenta de que el cuento de hadas puede ser un poco diferente de lo esperado, el castillo, bueno, puede no ser un castillo, y no es tan importante ser felices y comer perdices para siempre, solo que seas feliz en este momento. Una vez cada cierto tiempo, una vez cada luna llena, la gente te sorprenderá y una vez cada cierto tiempo, la gente puede sorprenderte hasta tal punto que no te deje respirar.