viernes, 29 de julio de 2011

Lección...

A la edad de 10 u 11 años, no lo recuerdo muy bien, llegó ese día tan esperado en mi infancia cuando vivía en el cuartel: la fiesta del día del Pilar. Me encantaba aquella fiesta, los niños trasnochábamos al son de un cutre dúo con un organillo, hacíamos juegos infantiles, nos hacían una merendola, repartían bolsas llenas de regalos... era genial. El caso es que a esa edad la niña que yo era ya desbordaba muchísima personalidad, y mientras todas lucían su hermoso vestido de fiesta yo bajé al patio a reunirme con mi mejor amigo del cuartel para andar en bici. Yo llevaba para la ocasión mi chándal favorito, azul marino, una camiseta azul claro y una sudadera enorme con capucha también azul. Llevaba el pelo larguísimo y suelto y también mis deportivas favoritas, rojas brillante.

Ese año mi mejor amigo vino acompañado por otro niño de otro cuartel. Se llamaba Iván. Iván tendría unos 14 años, tenía el pelo ondulado, rubio y los ojos azules. Llevaba unos pantalones geniales anchos de cuadros negros y blancos. También llevaba bicicleta. Jugamos toda la noche, Iván me perseguía y luego yo a él. Qué enamoramiento más tonto... Nos quedábamos callados mirándonos y aunque yo deseaba besarle no me atrevía ni a hablarle...

Al día siguiente Iván se había ido, y mi mejor amigo vino a buscarme de nuevo para jugar. Cuando bajé estaba en el portal esperándome y fuimos corriendo a nuestro lugar del cuartel secreto (la contraseña era MANDA HUEVOS) y me dijo que Iván se había enamorado de mi, que le había dicho que estaba buenísima y más piropos. Me sentí muy idiota, idiota por no haberle dicho nada la noche anterior de lo que yo sentía.

Años después en las mismas fechas, cuando yo ya tenía 14, mi amigo me dió una noticia que llevaba esperando todos los años desde que conocí a Iván: que ese Pilar vendría de nuevo a pasarlo a nuestro cuartel. Yo ya no me sentía una niña, pero decidí ir a la celebración aunque yo ya ni siquiera vivía allí. Me depilé las cejas (y sitios más insospechados...), me peiné, me puse un pantalón negro ajustadísimo, una camiseta escotada y unos tacones (jamás me había puesto tacones...) y me presenté en el cuartel.

Ni me miró. Él seguía como siempre, y ni me reconoció. Mi amigo vió mi desesperación y fue junto a él y le dijo "aquella de allí es Paula, ¿no la reconoces?", a lo que Iván contestó después de un oscuro silencio "... ¿pero qué cojones le ha pasado?".

Nunca tuve ocasión, ni con él ni con ningún otro, pero me hubiera gustado poder contestarle: "Me has pasado tú..."

Sobra decir que aprendí mucho de aquello, ¿no?. Me parece absurdo recrear la lección que pude extraer de aquel suceso... me parece mejor que cada uno saque las conclusiones pertinentes.

3 comentarios:

  1. BEZOOS!! (yo ya saqué mi propia conclusión;)

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  2. me disculpo ante lo que voy ha decir diciendo que me encanta recalcar lo obvio... pero no me puedo aguantar!

    No cambies! Eres perfecta tal cual eres! Besos.

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  3. No te disculpes, pues a mí también me parece que eres perfecto tal cual eres ...

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